Dejar ir la lente del pasado
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Dejar ir la lente del pasado
Pastor Benjamin Diaz
“Y todos nosotros, como a cara descubierta, [porque] continuamos contemplando [en la Palabra de Dios] como en un espejo la gloria del Señor, somos constantemente transfigurados a Su propia imagen en un esplendor cada vez mayor y de un grado de gloria a otro; [porque esto viene] del Señor [que es] el Espíritu.”
2 Corintios 3:18 AMPC
Esta semana, el pastor Ben nos recordó que nos convertimos en aquello que contemplamos. Si queremos vivir en la abundancia del Reino de Dios, debemos convertirnos en expertos en los principios del Reino. Jesús pagó un alto precio por beneficios que muchos creyentes nunca alcanzan plenamente, simplemente porque no sabemos cómo recibirlos.
En lugar de simplemente cortar la maleza del pensamiento mundano, el pastor nos animó a desarraigarla. Nos retó a reflexionar: Qué ves en tu futuro: tu matrimonio, tu salud, tus finanzas, tus hijos? La mayoría de nosotros vemos a través de la lente de las experiencias pasadas, las nuestras o las de nuestros padres. Y la dirección en la que miramos es hacia donde tienden a dirigirse nuestras vidas.
Sin renovar nuestra imagen interior, sin darnos cuenta repetiremos los mismos patrones: matrimonios rotos, muertes prematuras, carencias o enfermedades, porque el pecado corrompió nuestro ADN espiritual. Pero ¿la buena noticia? Cuando nacimos de nuevo, recibimos el ADN de Jesús. La pregunta es: Nos vemos así?
Si has estado atrapado en un trauma, un fracaso o una carencia durante mucho tiempo, tu mente y tu cuerpo podrían no saber cómo regresar al diseño original de Dios para tu vida. Por ejemplo, si has estado enfermo tanto tiempo que no puedes imaginarte sano, o si vivir al día es todo lo que has conocido, se convierte en una fortaleza.
Pero la Palabra de Dios es un espejo. Y como dice 2 Corintios 3:18, cuando continuamos contemplando la gloria del Señor en ese espejo, nos transformamos, poco a poco, a su propia imagen.
Por eso Filipenses 4:8 nos dice que pensemos en lo puro, lo amable, lo excelente y lo digno de alabanza. Porque lo que contemplas, en eso te conviertes.
El pastor nos animó a luchar la buena batalla y a expulsar a los "gigantes" de nuestra mentalidad. ¿Por qué? Porque las batallas que ganamos, nuestros hijos no tendrán que librarlas. Si has visto divorcios por generaciones, rompe ese patrón dándoles a tus hijos la imagen de un matrimonio fiel y duradero. No solo estás cambiando tu futuro, sino también tu linaje.
Nos recordó que Pedro caminó sobre el agua mientras mantuvo la mirada puesta en Jesús. Juan, el discípulo que se veía a sí mismo como "aquel a quien Jesús amaba", vivió más tiempo y murió en paz. La forma en que nos vemos a nosotros mismos importa: moldea nuestra identidad, nuestra salud y nuestra provisión.
Si estás listo para una mejora en la vida, comienza por cambiar la imagen que llevas dentro. Alinea tu identidad con la Palabra de Dios, no con los fracasos del pasado ni con la historia familiar. Los dos primeros mandamientos establecen el camino:
1. No tendrás dioses ajenos delante de Mí.
2. No te harás ídolos.
Deja ir las imágenes malditas de tu pasado. Deja que Dios reescriba la visión en tu corazón con su verdad, ¡y entra en la vida de abundancia del Reino que Jesús murió para darte!
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